Concretamente, las hembras de los osos polares tienen la habilidad para elegir en qué momento quieren ser fecundadas. Es decir, almacenan el esperma del macho, incluso durante meses, después de la cópula. En el momento idóneo pueden provocar ser fecundadas y, por lo tanto, dar lugar al propio embarazo. El momento ideal también es elegido por el animal, el cual suele preferir aquél en el que se ha acumulado la grasa suficiente como para sobrevivir.
Por otra parte hay que mencionar que las hembras no hibernan, aunque si se resguardan del frío en cuevas o refugios. La propia gestación tiene una duración de entre seis y nueve meses, pudiendo llegar a parir una o dos crías en cada camada. Por supuesto, durante el período de gestación sobreviven de la grasa que han acumulado antes de quedar en estado, la cual además viene de las focas que han ingerido anteriormente.
Mediante investigaciones se ha afirmado que los machos siguen las huellas de las hembras reproductoras por varios kilómetros. Se desconoce a detalle la manera en la que esto ocurre, pero se cree que el sentido del olfato y las emisiones químicas que la hembra deja en el ambiente participan en este encuentro.
Las hembras suelen demorar un poco para aceptar al macho. Este debe demostrar interés y habilidad si es que desea obtener la oportunidad. Ellas, por su parte, se dejan perseguir, se esconden o escalan algunos metros para observar la reacción y destreza del “pretendiente”.
Nosotros solemos ver a los hermosos oseznos que salen de su guarida luciendo un pelaje totalmente blanco, pero realmente no nacen así. Son muy pequeños y sensibles. Su piel carece de pelaje y los ojos permanecen cerrados hasta por un mes. En sus primeras semanas son amamantados con leche que les aporta hasta el 33 % de grasa y su madre los cuida pacientemente dándoles calor. Lo que nosotros vemos al final, son lindos oseznos que están listos para enfrentarse a la vida salvaje y explorar cada detalle de su hábitat.